miércoles, 25 de noviembre de 2009

Isidro Rexachs

MEDICO DE FAMILIA. Isidro Rexachs
Pública o Privada
LA TEMIBLE Y TEMIDA CRISIS ha llegado a nuestras vidas, a nuestra sociedad. Es la crisis que ya desde hace varios años se vive en el mundo de la sanidad, en el área que se preocupa de nuestra salud, tanto la individual como la colectiva ya que ambas están íntimamente relacionadas. Las causas de la crisis son básicamente las mismas, la descompensación entre la oferta y la demanda, el desequilibrio entre las necesidades de las personas y las medidas o los medios para responder adecuadamente y solucionarlas.
Enmedio de todo este lío aparece la dicotomía entre Público y Privado. La primera respuesta que se me ocurre es por qué no las dos, ambas son necesarias e incluso complementarias, ya que ambas se mueven por un impulso distinto. En la Pública, lo global, lo general, el trato común para todos, la igualdad, la respuesta al derecho de todos a la salud, en la Privada, la competencia, la dura lucha por el avance, la personalización, la respuesta individualizada a cada uno según su problema, pero también según sus características y sus deseos personales. La rapidez de respuesta y de adaptabilidad de la Privada a diferencia de la respuesta globalizadora e integradora de la Pública. Pero dejemos a un lado los motivos y vayamos a lo práctico, al comportamiento de ambas y lo que pueden representar en nuestras vidas. Aquí es donde se ve con más claridad la compenetración entre ambas, desde una primera elección donde el poder económico es primordial y donde se tiene en cuenta todo el entorno, efectivamente, hablamos de la Privada, elijo quién, cómo, cuándo y dónde voy a ser atendido, bien sea para previsión, tratamiento o rehabilitación; y elijo al médico o equipo de médicos que quiero que me atiendan, también elijo el entorno de mi atención, el tipo de consulta y sus condiciones, igualmente elijo el día y la hora de esa atención, asimismo elijo el lugar de dicha atención y si fuera necesario, la categoría hostelera de mi habitación. Todo esto lo hago de forma que si no se cumple algunas de mis exigencias puedo cambiar cualquiera de las otras variantes.
A diferencia de la Privada, en la Pública ocurre lo contrario, el quién me viene impuesto, el cómo depende de la instalaciones de la Sanidad, el cuándo depende de la demanda que se genere en dicho servicio o consulta (lista de espera), el dónde depende de la ubicación geográfica donde viva y todo ello en base a los impuestos de todos los españoles que permiten haya un presupuesto para Sanidad y que se distribuye por todas las Comunidades Autonómicas. Pasamos pues del criterio individual respaldado por la economía individual al criterio colectivo respaldado por la economía común. Evidentemente también aquí hay que hacer la salvedad de que no es todo dirigido, pues también se contemplan los derechos individuales y así hablamos por ejemplo de la libre elección de médico o del derecho a una segunda opinión.
En definitiva que no todo es absolutamente blanco o negro. Pero la gran ventaja es que cada una aprende de la otra y se complementan. Todos recordamos cuando ante una dificultad se recurría de urgencia a la Pública para resolver los problemas de la Privada ya que esta no tenía la infraestructura suficiente, eso poco a poco ha ido cambiando y la Privada se ha vuelto ahora casi autosuficiente. Del otro lado, la Pública se ve desbordada por las demandas de la población que superan su capacidad de respuesta de forma rápida y eficaz y para solucionarlo empieza a derivar parte de su actividad. Y aquí están las claves de la complementación de las mismas, ya que la Privada empieza a recibir un incremento en sus actuaciones, costeadas previo acuerdo con la Pública, lo que le permite revitalizarse y por tanto mejorar sus infraestructuras. Como vemos, la Sanidad Pública surge en defensa de unas mayorías que disponen de la minoría de los recursos económicos, en contraposición a la Salud Privada que solo está al alcance de quien la pueda costear, bien sea por sí mismo, o por asociación con otros en sociedad o por derivación de la Sanidad Pública que asume ese coste. Aquí corremos el peligro que supone que este equilibrio se rompa, especialmente porque desde la Pública se remolonee, esto es, no se quieran asumir nuevos retos y evolucionar de acuerdo con las necesidades de la población, es entonces cuando surge la tentación de derivar una parte cada vez mayor de los presupuestos para que la Privada dé respuesta a estas carencias, con lo que corremos el grave riesgo de descapitalizar la Pública en beneficio de la Privada. En ese caso, al no sr igual la motivación, estamos corriendo el peligro de que se pierda el origen de la Sanidad Pública que se basa en el derecho de Salud para todos, o nos olvidemos que esta nace de la Beneficencia, o sea, de los presupuestos que permitían que aquellas personas que no tenían medios económicos pudieran ser atendidas gracias a la solidaridad de las demás. Posteriormente apareció la Seguridad Social entre otras para dar respuesta a las necesidades de la población trabajadora y sus beneficiarios a la Salud sin que tuviera que resentirse su economía.

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